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La Lectura Pública de las Escrituras


Es increíble la cantidad de iglesias en la actualidad que han descuidado la centralidad de la Palabra de Dios; y la iglesia, como tal, se está convirtiendo en un club social. Se parece más a un lugar de convivencia social que a un lugar de adoración. Hoy en día en nuestras reuniones se habla más de cómo hacer sentir bien a las personas que de confrontarlas con su pecado y brindarles esperanza con el evangelio de Jesucristo, el cual tiene el poder de transformar vidas y cambiar nuestra manera de vivir.

Dios, en Su infinita misericordia, ha dejado pautas a seguir que traen convicción al corazón y aliento a nuestra alma. Sin embargo, la sociedad en la que vivimos y cada cosa nueva que surge, nos desenfocan de aquello que realmente vale la pena y que produce en nosotros una vida de piedad.

Quisiéramos hablar sobre la necesidad de volver a la lectura pública de la Palabra de Dios como instrumento de edificación y de convicción para nuestra vida espiritual, dentro de la comunidad cristiana.

¿Por qué era y es importante la lectura de las Escrituras?

Para la comunidad cristiana era algo muy importante y significativo. Les llevaba a pensar en el monte Sinaí donde los Israelitas fueron congregados, después de haber sido liberados de la esclavitud de Egipto. Ya no eran más esclavos y necesitaban una nueva instrucción para saber cómo vivir. Moisés congregaba a las personas y leía las Escrituras en alta voz; les recordaba de dónde venían, quiénes eran y cómo debían vivir. Ese es el primer registro que tenemos de la lectura pública

Más adelante, cuando el pueblo conquistó la tierra prometida, esta práctica se repitió. Josué leyó las Escrituras públicamente para recordarles de dónde habían venido y cómo seguir viviendo para la gloria de Dios. Luego, después de la muerte de Josué, no encontramos registros de la lectura pública, más bien encontramos a personas que no conocían a Dios y lo que Dios había hecho por ellos. 

Sin embargo, años después, un rey llamado Josías reconoció la importancia de la centralidad de las Escrituras y volvió a esta práctica. Pero el pueblo volvió a apartarse y terminaron siendo exiliados. Es precisamente en este punto cuando Esdras y Nehemías volvieron del exilio y se propusieron recordar al pueblo quiénes eran y cómo debían de vivir. 

¿Es algo que me debería importar?

Claramente vemos que esta era una práctica poderosa la cual se convirtió en parte fundamental de la vida judía, y se llevaba a cabo cada semana cuando se reunían; Jesús mismo participó de esta práctica al inicio de su ministerio. Leyendo del libro de Isaías, dijo que esas palabras leídas públicamente hablaban acerca de Él. Y llegamos hasta Pablo donde le manda a Timoteo a permanecer en la lectura pública de las Escrituras. No debemos subestimar la lectura pública de las Escrituras ya que ellas le han recordado al pueblo de Dios quiénes son y cómo deben vivir en este mundo; y ese mismo efecto y poder que tuvo en el pasado lo tiene hoy en día. 

El pueblo judío siempre tuvo la lectura de la Ley y los Profetas en sus sinagogas, y esta práctica se trasladó a las iglesias cristianas tal como lo hemos visto. Pablo a menudo leía cuando visitaba una sinagoga (Hechos 13:15)

Muchas iglesias han renunciado a la lectura pública de la Palabra de Dios; y es triste enfrentarse a esa realidad. Tienen tiempo para “música especial” y anuncios, pero no hay tiempo para leer la Biblia; y si se la lee, se busca los pasajes más cortos y normalmente una repetición de los mismos pasajes. Cada iglesia local debería tener un tiempo de lectura de la Biblia para los servicios públicos. Las Escrituras ordenan que leamos la Palabra de Dios en las asambleas públicas. La Biblia merece lo mejor, ya que es el instrumento que nos ayuda a conocer a Dios y es la misma Palabra que sale de la boca de Dios.

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Beneficios de revivir la Palabra de Dios

La Palabra de Dios ha sido leída públicamente a lo largo de la historia ¡no cabe duda! Pero, ¿qué beneficios habría en revivir esta práctica hoy? Considera estos cinco beneficios:

  • Los creyentes que viven expuestos a tantas distracciones y un mal entendimiento de Dios, escucharían al único Dios verdadero con mucho detalle.
  • El escuchar la Palabra de Dios constantemente, producirá más hambre por la Palabra de Dios en los creyentes cada día.
  • Leer pasajes extensos de las Escrituras es una forma de bendecir a los creyentes que no pueden leer.
  • Los incrédulos escucharán la verdad de Dios sin alteraciones e ideas humanas y, por tanto, podrán ser expuestos a Jesucristo, el único Salvador.
  • Si el sermón es difícil de entender, los asistentes escucharán por lo menos una gran parte de la Palabra de Dios que es leída con claridad.

Consejos prácticos en preparación para la lectura pública de las Escrituras. 

  1. Debes recordar que la Biblia habla por sí misma, debes leerla como merece, cada párrafo de ella, trayendo vida al momento de leerla. 
  2. Debes recordar que está escrita en diferentes tipos de literatura: narración, poesía, historia, diálogos. Al momento de leerla debes considerar estas cosas para saber en qué tono deberías leerla.
  3. Debes recordar que hay palabras importantes a las cuales hay que darles énfasis, pausas, cambio de voz, prolongación de las palabras, etc. 
  4. Debes leer varias veces el texto antes de leer en público, para que estés familiarizado con él. 
  5. Debes asegurarte de pronunciar bien las palabras del texto para no causar distracciones.
  6. Debes orar para que Dios obre a través de la lectura de las Escrituras.
  7. Debes leerla convencido de lo que estás leyendo para que sea una lectura con pasión y poder. 
  8. Anuncia el pasaje claramente y repítelo por lo menos dos veces.
  9. Provee un breve trasfondo de la lectura que estás a punto de leer. No se trata de otro sermón, sino de una introducción breve que ayude a entender mejor la lectura.
  10. No corras a través de las Escrituras, no es una maratón, léela despacio y con claridad.
  11. Asegúrate que entiendes la lectura antes de leer en público, medita en ella durante la semana. 
  12. Lee con autoridad, reconociendo que se trata de la Palabra autoritativa de Dios.
  13. No hagas comentarios en medio de la lectura pública, limítate simplemente a leer. 

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Pasajes de la lectura pública de las escrituras en la Biblia

Las palabras del apóstol Pablo en 1 Timoteo 4:13,con respecto a este tema en particular, son muy apropiadas:“Hasta que yo venga, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, a la exhortación, a la enseñanza.”Pablo sabía que la lectura pública era un arma muy importante para contrarrestar las enseñanzas de los falsos maestros, fortalecer a la iglesia y llevar a los creyentes a la madurez espiritual. 

A lo largo de la Biblia, Dios esperaba que Su pueblo escuchara Su palabra leída públicamente, y tenemos algunas referencias en cuanto a esta práctica.  Permítame citar la mayoría de los pasajes y versículos relevantes que he recolectado. 

Éxodo 24:3-7–

Encontramos la primera lectura pública de la Palabra de Dios, después que Dios le dio a Moisés la ley en el monte Sinaí. Leemos en Éxodo 24:3-7:

3Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. 5Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. 6Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.”

Deuteronomio 31:9-13 

Según el mandato de Dios, cada siete años, todos los israelitas, “hombres, mujeres y niños, y los que moran en sus ciudades”(v. 12), debían asistir a la fiesta de los tabernáculos para escuchar la lectura de la ley de Dios. Dice la narración bíblica:

9Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel.10Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos,11 cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que Él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos.12 Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley;13 y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.”

Josué 8:30-35 

Estando en la Tierra Prometida, los israelitas fueron derrotados en la ciudad de Hai (7:1-5), precisamente por el pecado de Acan; pero con la ayuda de Dios, salieron victoriosos sobre esa ciudad (8:1-29) en su segundo ataque. Entonces Israel renovó su pacto con el Señor y Josué leyó la ley de Dios a todo el pueblo de Israel. Así leemos en esta porción:

30 Entonces Josué edificó un altar a Jehová Dios de Israel en el monte Ebal, 31como Moisés siervo de Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó hierro; y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz. 32 También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel.33 Y todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a uno y otro lado del arca, en presencia de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, así los extranjeros como los naturales. La mitad de ellos estaba hacia el monte Gerizim, y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la manera que Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado antes, para que bendijesen primeramente al pueblo de Israel.34 Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley.35 No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.”

2 Reyes 23:1-3 y 2 Crónicas 34:29-32 

Durante el reinado del rey Josías en Judá, el sumo sacerdote, Hilcías dijo: “He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová.” (2 Reyes 22:8). Se lo dio a Safán, el secretario del Rey, quien lo leyó. Safán luego leyó la ley de Dios a Josías. De igual manera, el Rey leyó la Palabra de Dios a todos los varones de Judá, y a todos los que vivían en Jerusalén, junto con los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo en general (2 Reyes 23:2). Este es el relato que encontramos en el segundo libro de Reyes, capítulo 23, versículos 1 al 3:

1 Entonces el rey mandó reunir con él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 2 Y subió el rey ala casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. 3 Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.”

Este mismo relato aparece también en 2 Crónicas 34:29-32.

Nehemías 8:1-8– Después de regresar del exilio en Babilonia y terminar el muro alrededor de Jerusalén, la gente le pidió a Esdras que trajese el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había ordenado a Israel (v. 1). Esdras luego leyó la ley de Dios al pueblo desde la mañana hasta el mediodía(v. 3). Dice Nehemías:

1 y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. 2 Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. 3Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. 4 Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. 5 Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. 6 Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra. 7 Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. 8Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.”

Lucas 4:16-17;Hechos 13:15;15:21

La lectura de las Escrituras era un elemento básico de las reuniones de la sinagoga, que proporcionaba una oportunidad estratégica para que Jesús y Pablo predicaran el Evangelio. Dice el Dr. Lucas en el capítulo 4 de su Evangelio, versículos 16 y 17:

16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:…”

Luego, en el libro de Los Hechos, capítulo 13, dice en el versículo 15:

“Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad…”

Más adelante, en el capítulo 15 del mismo libro de Los Hechos, dice en el versículo 21:

“Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.”

Colosenses 4:16

Pablo no sólo quería que su carta a la iglesia en Colosas fuera leída a todos los creyentes en esa ciudad, sino que fuera leída también a los creyentes de la iglesia en Laodicea. Como apóstol de Jesucristo, Pablo sabía que esta palabra tenía autoridad más allá de una carta típica de ese día.

16 Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.

1 Tesalonicenses 5:27

Asimismo, el apóstol usó el lenguaje más fuerte posible para cerciorarse que su carta fuera leída a todos los creyentes en Tesalónica. Les dice en el capítulo 5, versículo 27 de esa primera carta:

Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos.”

2 Tesalonicenses 2:15 

Más tarde, al escribir su segunda carta a estos hermanos de Tesalónica, les recordó que ellos tenían la responsabilidad permanente de obedecer lo que él les había enseñado por palabra o por carta.  Dice el Apóstol:

15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.”

1 Timoteo 4:13

Mientras se dirigía a Macedonia, Pablo dejó a Timoteo en Éfeso para enfrentar a los falsos maestros y fortalecer a la iglesia. En una cultura donde las personas se alejaban de Cristo “escuchando a espíritus engañadores y a enseñanzas de demonios” (4:1), Pablo ordenó a Timoteo de esta manera: “Hasta que yo venga, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, a la exhortación, a la enseñanza” (4:13). Así aparece esta frase en el original. En nuestra versión Reina-Valera, 1960, leemos:

13 Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.”

Apocalipsis 1:3

La bendición se le promete tanto a la persona que lee Apocalipsis en voz alta a un grupo de personas, como a aquellos que lo escuchan en forma oral y responden apropiadamente (véase 22:18). Dice el Apóstol Juan en este versículo:3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”