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Practicando la Gran Comisión


Hace unos días escuche a un pastor afirmar con razón, que la iglesia contemporánea no está cumpliendo la gran comisión establecida por Cristo a sus discípulos, y apoyaba su opinión, en el desconocimiento de los asistentes a las iglesias locales de lo que es ser un discípulo, conformándose con ser creyentes, el problema es que los pastores no están instruyendo correctamente con la Palabra de Dios, y no están formando discípulos, sino, creyentes.

El crecimiento en las congregaciones no obedece al evangelismo, sino al éxodo de creyentes de una iglesia a otra, basados en circunstancias accidentales, el tamaño del local, si hay estacionamiento, la duración del servicio, las alabanzas, si hay grupo de jóvenes, de mujeres, pero no, si están haciendo discípulos, lamentablemente, aún en aquellas que gozan de sana doctrina, han sustituido el discipulado por programas y actividades.

Algunos piensan que para poder tener reuniones de discipulado se necesita un material de estudio (que no todos pueden comprar) o reuniones de más de 10 personas (porque si no, no valen la pena). Al terminar el estudio esperamos que todos los que llevaron el material presenten el mismo nivel de madurez.

Así el objetivo de la iglesia ha sido cambiado, ahora se busca hacer miembros de la congregación, se considera que el éxito eclesiástico es determinado por el número de asistentes, sin reparar si estos son discípulos o no. En medio de esto, seguimos perdiendo de vista nuestro objetivo, el cual “no es hacer miembros para la iglesia o para nuestra denominación, sino verdaderos discípulos de Jesús”.

La tarea de hacer discípulos es un mandato divino para todo cristiano, durante toda su vida y bajo cualquier circunstancia. El problema es que hoy la iglesia no está formando discípulos, solo creyentes, y la gran comisión ordena hacer discípulos.

EL SER PRECEDE AL HACER.

La palabra discípulo en el original griego es Matetes, que literalmente significa aprendiz, con la intención de ser un estudiante dedicado.

Interesante lo aseverado por el Pastor MacArthur:

“La palabra griega traducida “discípulo” (mathētēs) es un término amplio que identifica a un aprendiz o estudiante. En la antigua cultura judía los rabinos eran itinerantes, que viajaban en compañía de sus discípulos. Aunque nunca se le reconoció como tal por parte del sistema religioso, a Jesús con frecuencia lo llamaron Maestro (p. ej., Mt. 26:25; Mr. 9:5; 11:21; Jn. 1:38, 49; 3:2; 4:31; 6:25; 9:2; 11:8), en parte porque al igual que los rabinos, Él era un maestro ambulante que tenía discípulos. Esos primeros discípulos se encontraban en diferentes niveles de compromiso, que van desde totalmente comprometidos a nominalmente comprometidos y a curiosos no comprometidos. A lo largo de su ministerio, Jesús dejó en claro los requisitos para ser un auténtico discípulo, y los manifestó en los términos más absolutos. Como resultado, los discípulos superficiales comenzaron a abandonarlo (Jn. 6:60, 66; cp. Lc. 8:13–14), especialmente porque la actitud de Israel hacia Él se endureció en forma de incredulidad y rechazo. Para cuando su ministerio llegaba a su fin, Jesús se había vuelto aún más categórico acerca del discipulado. El término “discípulo” sufrió una metamorfosis y asumió un significado más puro y más restringido, por lo que en el libro de Hechos se convirtió en un sinónimo de “cristiano” (11:26; cp. 26:28) y describía a aquellos que eran verdaderos creyentes redimidos en Jesucristo”.

En este contexto se relaciona con aquellos que ponen su confianza en Jesucristo y lo siguen con vidas de continuo aprendizaje y obediencia. Jesús afirmó: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn. 8:31)

Un discípulo es aquel a quien Dios ha llamado a la salvación, ha nacido de nuevo, tiene el sello, bautismo y morada permanente del Espíritu Santo, se deja guiar y gobernar por el Consolador, es una persona que se niega asimismo, crucificando su “yo”, “su carne”, y por ello cada día toma su cruz para seguir a Cristo, sabe que es un siervo de la justicia y por su nueva naturaleza ansía obedecer y adorar al Señor que lo ha salvado.

Con esto en mente, vayamos a Mateo 28:18- 20, donde encontramos lo que William Hendriksen identifica como “la gran declaración, la gran comisión, y el gran consueloexpresados por Cristo.

LA GRAN DECLARACIÓN.

Jesús se acerca a sus discípulos y les enfatiza: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”, significa toda autoridad, poder, libertad, derecho con la implicación de gobernar, y esta potestad es absoluta, ilimitada y eterna (Apoc.12:10).

La potestad soberana de Jesús le fue dada por su Padre, quien “le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36) y lo “exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (Fil. 2:9–11).

Podemos ver la autoridad de Cristo desplegada en toda la Escritura, antes de su encarnación (Gén 3:15; Isa.6:1-3; Dan.7:13-14), en su caminar en este mundo (Mr. 2:5-12; Mt.8:23-33; Jn. 11:38-44, 5:26-29), Cristo tiene autoridad para llevar a todos los hombres ante el tribunal de Dios, y para condenarlos a muerte eterna o llevarlos a vida eterna (Jn. 10:18). Tiene autoridad soberana para gobernar tanto en el cielo como en la tierra, y para sojuzgar a Satanás y sus demonios a tormento eterno en el lago de fuego (Ap. 19:20; 20:10). Y Cristo tiene toda autoridad para la nueva creación (Ap.21:1-8)

Debemos entender que la gran declaración de Cristo de haber recibido toda potestad en el cielo y en la tierra, revela el carácter de Jesús como Rey – Mesías, lo que implica que como el postrer Adán todas las cosas han sido sometidas bajos su pies. (Hebreos 2:8). Cristo es realmente el Rey de Reyes y el Señor de Señores.

Antes de afirmar la Gran Comisión el Señor establece su autoridad divina para ordenarla. Es a causa del poder soberano del Señor que sus discípulos deben tener la actitud de sumisión total y humilde a la voluntad de Él.

Someterse a la soberanía absoluta de Jesucristo no es una opción del discípulo sino su obligación suprema. No es algo negociable ni adaptable a nuestros propios planes y nuestras inclinaciones particulares. Más bien es la actitud que afirma con absoluta sinceridad: ¡Señor que quieres que yo haga!

LA GRAN COMISIÓN.

Como consecuencia de Su autoridad soberana, Cristo ordena:

“Id”, literalmente “andar”, con la implicación de comportarse, vivir de determinada manera, implica acción, dinamismo. Este verbo está en pasivo, lo cual significa que los discípulos de Cristo reciben la acción, esto muestra una total unidad, identidad y sobre todo dependencia del discípulo a Cristo, a través del gobierno del Espíritu Santo en el corazón del discípulo.

Aunado a ello, la forma verbal es un participio, y en la gramática griega, los participios tienen la implicación de un gerundio en español, por lo que se debe traducir “LLENDO, VIVIENDO”.

David Guzik, en su comentario bíblico “Enduring Word”, cita el comentario de Spurgeon al respecto :

“Jesús dijo “Id” a unos discípulos muy imperfectos. “¿Quién irá de esta primera banda de discípulos? Irá Pedro, el impulsivo y obstinado. Irá Juan, quien algunas veces desea llamar fuego del cielo para destruir hombres. Irá Felipe, con quien el Señor ha estado tanto tiempo, y sin embargo no lo ha conocido. Irá Tomás, quien tuvo que poner su dedo en las marcas de los clavos, si no, no le creería. Sin embargo su Maestro les dice, ‘Vayan ustedes, toda potestad me es dada, por tanto vayan, ustedes son tan buenos para mi propósito como cualquier otro lo sería. No hay poder en ustedes, lo sé, pero todo el poder está en mí, por tanto, vayan.”

“y haced discípulosEn el original es una sola palabra, es un verbo activo imperativo, “Haced discípulos” Es un mandato enérgico, una orden.

El mandato para los discípulos es muy claro, VIVIENDO DISCIPULANDO. Si no somos discípulos de Cristo, no podemos cumplir la Gran Comisión, no podemos reproducir discípulos, si no somos discípulos.

Haced discípulos nos recuerda que los discípulos son hechos, no son espontáneamente creados en la conversión; son el producto de un proceso que involucra a otros discípulos.

¿Cómo se hace un discípulo?, la verdad aprendida debe ser practicada. Debe ser apropiada por el corazón, la mente y la voluntad, esto implica permanecer VIVIENDO LA PALABRA DE DIOS TODOS LOS DIAS. (Jn. 8:31; 17:3; 2 Cor.3.3). Sólo a través de esta permanencia, uno es verdaderamente “discípulo” de Cristo.

“a todas las naciones”. Aquí vemos la extensión de la comisión, que no haya un lugar en la tierra que no conozca de Cristo.

“Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.  Los nuevos discípulos deben ser bautizados totalmente sumergido, impregnado, en el nombre, singular de Dios Trino, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

La inmersión es el único modo adecuado de bautismo, no solo porque la palabra griega que hay detrás connota inmersión sino aún más importante porque es el único modo en que simboliza sepultura y resurrección.

Solo los genuinos discípulos pueden y deben ser bautizados, por eso es de suma importancia que los candidatos a ser bautizados entiendan el concepto y compromiso de ser un discípulo de Cristo, por ello se requiere que tengan edad para poder ser enseñados, es decir, comprender el Evangelio, tener conciencia del pecado y de la salvación en Cristo, para que puedan guardar las cosas que Jesús ordenó, porque, sin ese entendimiento hay muchos diablos remojados por doquier.

“enseñándoles”. El discípulo instructor debe instruir al discípulo en forma permanente, afirmando que se enseña con la acción, es decir, con el estilo de vida gobernado por la verdad y autoridad divina.

Así el discípulo instructor, recibe la autoridad delegada por Dios para ser un instrumento que sirva de modelo y capacite a otros a conocer, amar, servir y someterse a Dios para exaltar a Cristo como Salvador y Señor.

“que guarden todas las cosas que os he mandado”. No se puede evangelizar sin discipular y no se puede discipular sin evangelizar. Se debe entender que es tan importante la conversión como la santificación. 

La Biblia no es un libro de información, sino de formación. El cristiano no estudia la Palabra y es instruido en ella para saber más de ella, sino para vivir conforme a ella.

LA GRAN CONSOLACIÓN.

“y he aquí”. Literalmente Jesús expresa un mandato ¡mirad!, esta es una expresión usada para animar en el estilo narrativo hebreo, para cambiar de escena, para enfatizar una idea, para atraer la atención hacia un detalle.

“yo estoy con vosotros”.  La afirmación de Jesucristo es de ánimo YO MISMO ESTOY. Al estar en presente activo indicativo, muestra la existencia y permanente presencia de Cristo con los discípulos en la tarea de hacer discípulos. Muestra la unidad inquebrantable de Cristo con sus discípulos y la dependencia de estos con el Salvador. 

“todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. “Todos los días”, o “día tras día”. Pensemos en cada día, cada día tiene su afán, pero cada día la misericordia de Dios es nueva, cada día, en medio de las luchas, las necesidades las aflicciones, las alegrías, con la seguridad de que Cristo está en y con nosotros, y por ello podemos enfrentar cualquier día con la confianza de que Su Gracia es suficiente, porque aquel que dio su vida por sus discípulos, afirma: “No te dejaré ni te abandonaré”. ¡QUE PROMESA!

Su presencia significa protección, porque nunca estamos fuera de su vista o su supervisión. Su presencia significa poder, porque mientras cumplimos su gran mandamiento, trabajamos en Su nombre. 

Hoy la iglesia ha fallado en practicar la Gran Comisión, hoy se busca evangelizar en eventos, desayunos campañas, cuando Cristo no ordenó que se hiciera de esa manera, Cristo instruyó a sus discípulos no solo con la enseñanza y proclamación de Su Palabra, sino, con su ejemplo, y por ese ejemplo de vida, les comisionó que fueran e hicieran lo mismo en todas las naciones, para que hicieran otros discípulos como ellos, guiados por una sana instrucción que se hiciera visible en una sana práctica de ella.

Mientras la iglesia siga exaltando el conocimiento bíblico intelectual por encima de la obediencia a Dios, seguirá llenando sus congregaciones de teólogos, con grandes conocimientos de la doctrina reformada, del dominio de los  idiomas bíblicos, que no es de desechar, siempre que ese conocimiento se lleve a la práctica, se muestre la transformación que la inerrante Palabra de Dios produce en el corazón de un verdadero discípulo de Cristo, pues el conocimiento sin práctica, no nos hace diferentes de los fariseos, el conocimiento bíblico que no produce transformación acarrea condenación.

Para eso nos salvó Cristo, para ser sus embajadores del Evangelio de la paz, pero para ello debemos hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo: “para mí, el vivir es Cristo” (Fil. 1:21), y como complemento “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo más vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).

Solo viviendo el Evangelio cada día podremos mostrar que somos discípulos y podremos hacer discípulos para Cristo. Solo viviendo el Evangelio cada día, podremos practicar la Gran Comisión.

Esto es así hoy y mañana y hasta la consumación de esta era, por ello no hay nada que temer, pero si mucho por hacer. IR Y HACER DISCÍPULOS….

BIBLIOGRAFÍA

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Autor: Prof. Héctor Romo